Editorial: Por Redacciòn

En primer lugar: no comentes esta publicación sin tomarte el tiempo de leerla, ni busques desde un sillón a un único culpable. La intención es que esto sea un disparador, una reflexión necesaria. ¿Educación o mano dura?

Todos coinciden en que una opción es la EDUCACIÓN, pero mejorar las infancias con un nuevo jardín, enseñar oficios y talleres o traer carreras terciarias dará resultados dentro de 10 años, como mínimo. Demasiado lento, más aún sabiendo que corre riesgo nuestra vida.

El otro extremo es la MANO DURA: poner cámaras por todos lados, más patrulleros, más alarmas, más luces, más preventores, bajar la edad de imputabilidad —todo lo que sea necesario para disputar la impunidad de los delincuentes.

En el medio, la protagonista que hace fracasar a las dos estrategias: la DROGA. El consumo como punto final de una exclusión que va a prender fuego generaciones enteras; no hay escuela ni “cachiporra” que aguante.

Simplificando burdamente… ¿de quién dependen las dos estrategias?

  • Los políticos como promotores de la educación: difícilmente algún político va a tomar decisiones para su pueblo que tengan resultados dentro de 10 años cuando las elecciones son cada 2. Para ellos es mejor pintar cordones… siempre algo simple, inmediato y visible.

  • La policía como responsable de la mano dura: muchos (incluso, en ciertos casos, sus máximas autoridades) son garantes, promotores y, como mínimo, cómplices de los lugares —en todos los barrios y distritos— donde se comercializa. Hasta el vecino menos chismoso sabe lo que pasa en esos lugares, pero nadie hace nada; y menos ellos como responsables.

    En su “mano dura”, la palabra “mano” está de más.

Y por último nosotros, los VECINOS de este departamento: sabemos, vemos, escuchamos e incluso sufrimos en casos cercanos (porque el consumo no diferencia clases sociales), pero elegimos no involucrarnos para erradicar este flagelo de nuestra tierra. A su vez, somos las principales víctimas: no poder caminar tranquilos por la calle, temer por nuestros familiares cada vez que salen, dejar de disfrutar un fin de semana por el riesgo de perder todo lo que construimos día a día en nuestro hogar.

Otra pregunta: ¿hay alguna posibilidad de organizarse sin solo reclamar? ¿De pedir explicaciones, de proponer, de unirnos entre instituciones, clubes, entidades religiosas, comercios o simplemente vecinos? Porque ese pibe rivadaviense que hoy ves en la esquina, mañana va a entrar en ese narcotráfico —QUE NO ESTÁ EN ROSARIO, SINO ACÁ, EN TU DEPARTAMENTO—, después dejará de estudiar y muy pronto te va a robar.

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