«Por amor a Rivadavia»: ¿gestión o capricho?
La reciente decisión de la gestión de Ricardo Mansur de cambiar la locación tradicional de la Bendición de los Frutos y la Vía Blanca de las Reinas ha encendido una chispa de indignación entre los comerciantes locales y buena parte de la ciudadanía. Lo que antes se realizaba en la plaza departamental y la calle San Isidro, ahora tendrá lugar en el Paseo del Lago, una modificación que no solo altera costumbres profundamente arraigadas, sino que también amenaza directamente la economía de los negocios del centro de Rivadavia.
El reclamo de los comerciantes, canalizado a través del Honorable Concejo Deliberante, evidencia el descontento con un intendente cuya gestión parece más preocupada por imponer cambios arbitrarios que por escuchar las necesidades reales de su pueblo. A solo un año de mandato, Ricardo Mansur acumula críticas que lo posicionan como un líder con una gestión prepotente, marcada por el aislamiento y los caprichos personales.
«Por amor a Rivadavia», el lema que lo llevó al poder, ha demostrado ser una falacia. En lugar de fomentar el desarrollo y el bienestar, el intendente parece obsesionado con borrar los más de 20 años de historia de Cambia Mendoza y el radicalismo, partido que él mismo apoyó en el pasado. Las promesas de progreso y renovación se han reducido a un cambio de color político, pintar todo de naranja, mientras el departamento languidece entre la suciedad, la inseguridad y la falta de obras visibles.
Hoy, Rivadavia se enfrenta a una realidad inquietante: calles desiertas, sucias, poca iluminación y vecinos que describen al departamento como un «pueblo fantasma». En lugar de aportar soluciones, Mansur parece empeñado en generar conflictos, como el que ahora enfrenta con el sector comercial. ¿Es esto lo que significa gobernar por amor a Rivadavia?
La historia reciente nos muestra que gobernar no es imponer, sino escuchar. Sin embargo, esta gestión parece estar más preocupada por desafiar a sus detractores que por construir un futuro próspero para todos. Mientras los reclamos de los comerciantes se acumulan y la imagen del intendente se deteriora, cabe preguntarse: ¿cuánto más están dispuestos a soportar los rivadavienses antes de exigir un verdadero cambio.