Editorial por Fer Andrada
Calle Moga: el abandono que condena a los vecinos
Las imágenes son desoladoras: Calle Moga, en Rivadavia, hoy es un río de barro y agua estancada, dejando a decenas de familias atrapadas en sus propias casas. No pueden salir, no pueden recibir asistencia, no pueden hacer su vida con normalidad. Entre ellos hay personas mayores, enfermos y niños que dependen de la solidaridad de sus vecinos porque, una vez más, el Estado brilla por su ausencia.
La tormenta de anoche, con su feroz caída de agua y granizo, no hizo más que exponer lo que los habitantes de esta zona vienen denunciando hace muchos años: viven en el abandono total. La falta de asfalto o mantenimiento, convierte a esta calle en un lodazal cada vez que llueve, y las autoridades municipales han hecho oídos sordos a los reclamos. No es solo un problema de infraestructura; es una cuestión de dignidad y derechos.
Mientras los funcionarios siguen en sus despachos con discursos vacíos y promesas incumplidas, los vecinos de Calle Moga se hunden—literalmente—en el barro. No es la primera vez que ocurre, y si no hay una respuesta urgente, no será la última.
No se puede gobernar desde la indiferencia. No se puede hablar de progreso mientras familias enteras quedan aisladas, mientras los adultos mayores sufren la desesperación de no poder salir en busca de atención médica, mientras la gente siente que su ciudad les da la espalda.
La pregunta es simple: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo los barrios olvidados de Rivadavia seguirán esperando obras que nunca llegan? ¿Hasta cuándo las excusas reemplazarán a las soluciones? ¿Hasta cuándo las calles seguirán siendo un obstáculo en lugar de un camino?
El agua bajará, el barro se secará, pero el abandono seguirá ahí… a menos que quienes gobiernan entiendan de una vez que no se puede gestionar una ciudad ignorando a su gente.